A estas alturas ya habréis visto mil veces esta instantánea, pero yo me resisto a dejar de sacarle punta al lápiz. Paul Wolfowitz, presidente del Banco Mundial, estaba el domingo pasado de viaje en Turquía. Cuando acudió a visitar la mezquita Selimiye, en la ciudad de Edirme, se vio en la obligación de descalzarse para entrar en el sacro lugar. Cual sería la sorpresa de los presentes y el regocijo de los fotógrafos, cuando en los calcetines de Mr. Wolfowitz aparecieron unos tomates del tamaño de melones (disculpad la jerga hortícola).
Ello nos lleva a recordar la breve aparición de este caballero en el excelente documental de Michael Moore Fahrenheit 9/11. Allí, Mr. Wolfowitz nos deleitaba la vista chupando un peine con el que de inmediato se acicalaba la cabellera. Sublime.
Ello nos lleva a recordar la breve aparición de este caballero en el excelente documental de Michael Moore Fahrenheit 9/11. Allí, Mr. Wolfowitz nos deleitaba la vista chupando un peine con el que de inmediato se acicalaba la cabellera. Sublime.
Recientemente se ha sabido de este buen hombre que su sueldo ronda los 300.000 euros anuales. Cobrando semejante fortuna, parece que tendremos que descartar que el presidente del Banco Mundial sufra problemas económicos y que no pueda permitirse la compra de unos calcetines nuevos o un frasco de espuma fijadora. No, Paul Wolfowitz no es un pobre. Es un guarro.
2 comentarios:
Tiene el dedo gordo del pié con la uña muy larga.....
Sólo le falta la gabardina de Colombo
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