14 de septiembre de 2007

Quarto!

Hoy hablaremos de un juego para dos personas delicioso en su simpleza y fascinante en su adicción. Quarto! viene empaquetado en una caja plana tamaño pizza pequeña en cuyo interior tenemos:

- Un tablero de madera cuadrado con 16 casillas (4 x 4).

- 16 piezas de madera del tamaño de las fichas de un ajedrez normal.

- Un librito de instrucciones en unos 800 idiomas.

Siendo todos los componentes de madera, el juego tiene un aspecto elegante y sobrio. Hay quien tiene en su casa, a modo decorativo, un ajedrez. Pues miren ustedes, un Quarto! con sus piezas colocadas es incluso más decorativo. Y como a mí el ajedrez me aburre (porque siempre pierdo), pues casi prefiero colocar este juego. Claro que por otra parte, y como amo de casa que soy (¿de dónde creen que viene mi universalmente famosa habilidad con la fregona?), detesto cualquier objeto decorativo que acumule polvo, así que…

Estoy perdiendo el norte.

Vale, volvamos a las piezas. Resulta que todas son diferentes entre si. No hay ninguna repetida. ¿Cómo es esto? Funciona así: la mitad de las piezas son blancas y la otra mitad negras. La mitad de las piezas son bajitas y el resto son altas. La mitad son redondas y las demás cuadradas. Y… la mitad tienen el techo liso y las demás lo tienen taladrado. Así que sólo hay una pieza que sea, al mimo tiempo, blanca, alta, cuadrada y lisa. ¿Van viendo la idea?

Perfecto, ahora hablemos del objetivo del juego. La idea es tan simple como hacer un “cuatro en ralla”. ¿Con qué criterio? Pues sólo tenemos que lograr alinear cuatro piezas que compartan una característica. Tanto da que sean cuatro piezas negras, cuatro piezas redondas o cuatro piezas taladradas. El caso es que si logramos hacer una fila de cuatro piezas que compartan una característica habremos ganado.

¿Parece fácil? Pues no lo es. Además, contamos con una complicación adicional. Al principio del juego todas las piezas están fuera del tablero, y los jugadores las van colocando por turnos. La gracia, el gran acierto del juego, es que los jugadores no deciden qué piezas colocan. Peor aún: es nuestro oponente el que decide qué pieza vamos a colocar en cada jugada. Se hace así: el jugador A coge la pieza que desee (de las que aún no han sido colocadas) y se la entrega al jugador B para que la coloque. El jugador B coloca esta pieza y coge otra pieza de las que reste por colocar, entregándosela al jugador A. Este coloca esa pieza y toma otra para el jugador B. Y así hasta que alguien logre completar el cuatro en raya.

Esta aparente simpleza esconde una buena dosis de estrategia y exige una concentración total. Pensemos que hay 8 formas posibles de alinear fichas (blancas, negras, altas, bajas…), y debemos estar pendientes de nuestra jugada y de la del rival. Debemos entregar al rival piezas que nos beneficien o le perjudiquen, y debemos buscar el mejor uso para las piezas que el contrincante nos endosa. No: de fácil nada.

Un juego muy recomendable que ha ganado los más prestigiosos premios. Para disfrutar en buena compañía, con luz tenue y un buen vino. ¡Ah!, y otro día les hablo del Quixo.

2 comentarios:

Evil Preacher dijo...

La primera vez que vine a París como turista me gustó mucho una pequeña tienda de juegos en la calle St André des Arts e hice el esfuerzo de memorizar la dirección para poder volver la vez siguiente y ahora ¡vivo al lado! :)
La cosa es que he visto ahí este juego alguna vez y me llamó mucho la atención desde el punto de vista estético: esa idea de combinar cuatro características de manera que no haya dos piezas iguales y de que no queden otras piezas posibles es de lo más elegante. Así que tenía curiosidad por saber como se jugaba; ahora que lo has explicado me parece todavía más interesante.

El Vengador Tóxico dijo...

Pues si te interesa adquirirlo, amigo Malvado, sepas que tienes la fortuna de tu lado. Encontrar este juego en España a fecha de hoy no es nada fácil. La Vengadora Tóxica lo adquirió hace un millón de años en una tiendecita de Valencia, y no lo he vuelto a ver jamás a la venta.