El apestoso humo del puro que se está fumando el viejo Fallucci empieza a irritarme. Quizá le pegue un tiro. Mmm... ¡Porca Miseria, debo relajarme! ¿Acaso quiero empezar otra guerra entre bandas?
Tranquilo, Mario. Respira hondo. ¡Cof cof! ¡Jodido puro cubano!
Estamos otra vez reunidos en el viejo local de Luigi. A veces venimos un par de nosotros, a veces tres, cuatro... pero hoy estamos todos. Los cinco capos. Pronto empezarán a llegar los chicos con el botín. Ojalá no tarden. Si sigo cerca de ese puro hediondo aquí va a pasar algo malo.
¡Vaya, aquí llega el botín! Miro a Benni el tartaja, sentado a mi lado. Se está frotando las manos. Siempre he dicho que su codicia terminará por matarle.
Los chicos llegan con cosas interesantes. En la mesa aparecen algunas joyas grandes como garbanzos y varias monedas de oro. Un par de matones se ofrecen para trabajar con la familia. También nos hablan de un ladrón deseoso de unirse a nosotros.
- Sí, sí... Todo eso está muy bien –gruñe el viejo Falluci con su voz rota-. ¿Pero acaso no hay negocios? ¡En los negocios está el dinero!
El mal humor de Falucci es tan popular como sus apestosos hábitos. Uno de los chicos se muestra orgulloso de traer buenas noticias.
- Claro que los hay, señor Falucci. ¡Hay varios! El dueño del estudio cinematográfico ha aceptado el soborno. ¡Y también el dueño del casino! ¡Los negocios son nuestros! Y no sólo eso: ¡Nos han “regalado” dos coches estupendos!
El botín es más suculento de lo que todos esperábamos. Aún estamos relamiéndonos cuando el polizonte aparece en la puerta. Alguien grita: ¡Redada!
La locura se desata en ese momento. No hay tiempo que perder. Hay que decidir quien se queda con todo el botín, y hay que hacerlo rápido, antes de que terminemos todos en chirona. Los billetes se amontonan en la mesa, mientras vamos ofreciendo más y más dinero. El que más ofrezca se lleva el botín. ¡Maldición! ¡Nadie logra superar esos once de los grandes que ha ofrecido Benni! El muy maldito se queda con todo... ¡y salimos disparados del local!
Pero la noche no ha terminado. Cuando el peligro pasa volvemos al local. Los chicos siguen llegando con suculentos botines. Nosotros nos lo seguimos repartiendo todo, puja tras puja, subasta tras subasta. A veces viene otro policía, otra torpe redada. Y siempre termina igual: con todo el mundo saliendo por piernas y volviendo un rato más tarde a por más. Como una de esas películas mudas con polis tontos. Me encanta Chaplin.
Los botines se terminan poco antes del amanecer. Los chicos se han portado muy bien. La colección de negocios que han “captado” es magnífica. Ese hipódromo que he logrado comprar puede hacerme ganar una pasta gansa. Y luego están las joyas, los matones a sueldo, los coches, los ladrones profesionales... Nos hemos repartido todo eso entre los cinco capos. Algunos han salido peor parados. No todo el mundo sabe pujar en una subasta. Hay que valer para eso, ¿sabéis? Hay que saber cuándo apostar fuerte y cuándo pasar. Pero si lo haces bien te llevas las mejores piezas del botín. Al final, es como un juego. Un juego muy, muy divertido. Sobre todo para el ganador.
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