Muchos lo consideran el mejor juego de subastas. Lo sea o no, el que lo haya diseñado Reiner Knizia ya otorga cierta garantía. La garantía que nos da el responsable de juegos del prestigio de Ra o Razzia! (por mencionar otros dos juegos de subastas) o Exploradores. Modern Art está (hoy) en el puesto 27 de la BGG.
¿Y de qué trata? Durante la partida vamos a tomar el papel de unos sagaces (o quizá no tanto) comerciantes de arte moderno. Nos dedicaremos a la compra y venta de pinturas de cinco artistas, con el objetivo nada altruista de ganar la mayor cantidad posible de dinero. Ganará la partida quien obtenga más dinero (ficticio, claro).
Si Modern Art es famoso por la calidad de su mecánica, también lo es por lo pobre y feo de sus componentes. ¿Arte moderno? Vamos, yo de esto no entiendo, pero... ¡¿acaso no es horrendo?! Veamos qué guarda la caja: un espantoso tablero de tasaciones con cinco columnas (una para cada pintor) y cuatro filas (una para cada fase); cinco pequeñas pantallas de cartón con fotos de museos para que los jugadores oculten su dinero tras ellas, más feas que pegarle a un padre; unas fichas de plástico en colorines variados representando dinero; las cartas: cada una es una pintura, a cual más horrorosa, de uno de los cinco pintores; y un folleto fotocopiado y (mal) grapado con las instrucciones en inglés.
En mi ejemplar de Modern Art tampoco ha resultado agradable encontrarme con que faltan algunas de las fichas de dinero. Pero el señor que empaquetó el juego compensó el despiste añadiendo dos pantallas de más: una repetida del museo de Bilbao y otra completamente en blanco. Pues vaya.
En cuanto a la mecánica del juego, las cosas mejoran notablemente. Un pequeño resumen: al principio de cada fase los jugadores reciben (en préstamo, no en propiedad) una serie de cuadros (cartas) que podrán subastar. Los jugadores, por turnos, irán ofreciendo esas pinturas en subasta, y todos los jugadores (subastadores incluidos) podrán pujar por las obras. Existen varios tipos de subasta, pero la regla universal es que “el que más ofrece se lleva el cuadro”.
Cuando entra a subasta la quinta obra de un mismo artista se cierra la fase y se procede a tasar las pinturas. Los cuadros del pintor que más haya vendido serán los mejor tasados. Luego vendrán los de los pintores algo menos populares. Los pintores menos exitosos verán sus obras tasadas en cero patatero. Y entonces llega el momento de vender los cuadros obtenidos al precio de tasación. Si hemos invertido bien, obtendremos ganancias. De otro modo, perderemos dinero. El proceso de compra-venta se repite cuatro veces, y al final de la última temporada (o fase) se muestra el dinero y gana el jugador más acaudalado.
Algunas características más: la mecánica es sencilla, aunque quizá algo “dura” para etiquetar Modern Art como filler; tiene un alto nivel de estrategia y muy poco azar; los jugadores interactúan mucho entre si; aunque no es un juego gracioso sí es muy entretenido; pueden jugar de tres a cinco jugadores; las partidas duran algo menos de una hora; el precio ronda los 25 euros; y aquí están las instrucciones en castellano.
Desde luego es un juego a recomendar. Su carácter algo formal lo hace idóneo para reuniones relajadas con luz tenue y jazz de fondo. Por último añadir que existe una versión más reciente editada en Brasil.
¿Y de qué trata? Durante la partida vamos a tomar el papel de unos sagaces (o quizá no tanto) comerciantes de arte moderno. Nos dedicaremos a la compra y venta de pinturas de cinco artistas, con el objetivo nada altruista de ganar la mayor cantidad posible de dinero. Ganará la partida quien obtenga más dinero (ficticio, claro).
Si Modern Art es famoso por la calidad de su mecánica, también lo es por lo pobre y feo de sus componentes. ¿Arte moderno? Vamos, yo de esto no entiendo, pero... ¡¿acaso no es horrendo?! Veamos qué guarda la caja: un espantoso tablero de tasaciones con cinco columnas (una para cada pintor) y cuatro filas (una para cada fase); cinco pequeñas pantallas de cartón con fotos de museos para que los jugadores oculten su dinero tras ellas, más feas que pegarle a un padre; unas fichas de plástico en colorines variados representando dinero; las cartas: cada una es una pintura, a cual más horrorosa, de uno de los cinco pintores; y un folleto fotocopiado y (mal) grapado con las instrucciones en inglés.
En mi ejemplar de Modern Art tampoco ha resultado agradable encontrarme con que faltan algunas de las fichas de dinero. Pero el señor que empaquetó el juego compensó el despiste añadiendo dos pantallas de más: una repetida del museo de Bilbao y otra completamente en blanco. Pues vaya.
En cuanto a la mecánica del juego, las cosas mejoran notablemente. Un pequeño resumen: al principio de cada fase los jugadores reciben (en préstamo, no en propiedad) una serie de cuadros (cartas) que podrán subastar. Los jugadores, por turnos, irán ofreciendo esas pinturas en subasta, y todos los jugadores (subastadores incluidos) podrán pujar por las obras. Existen varios tipos de subasta, pero la regla universal es que “el que más ofrece se lleva el cuadro”.
Cuando entra a subasta la quinta obra de un mismo artista se cierra la fase y se procede a tasar las pinturas. Los cuadros del pintor que más haya vendido serán los mejor tasados. Luego vendrán los de los pintores algo menos populares. Los pintores menos exitosos verán sus obras tasadas en cero patatero. Y entonces llega el momento de vender los cuadros obtenidos al precio de tasación. Si hemos invertido bien, obtendremos ganancias. De otro modo, perderemos dinero. El proceso de compra-venta se repite cuatro veces, y al final de la última temporada (o fase) se muestra el dinero y gana el jugador más acaudalado.
Algunas características más: la mecánica es sencilla, aunque quizá algo “dura” para etiquetar Modern Art como filler; tiene un alto nivel de estrategia y muy poco azar; los jugadores interactúan mucho entre si; aunque no es un juego gracioso sí es muy entretenido; pueden jugar de tres a cinco jugadores; las partidas duran algo menos de una hora; el precio ronda los 25 euros; y aquí están las instrucciones en castellano.
Desde luego es un juego a recomendar. Su carácter algo formal lo hace idóneo para reuniones relajadas con luz tenue y jazz de fondo. Por último añadir que existe una versión más reciente editada en Brasil.
¡Adjudicado por quince mil dólares!
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