Si hace poco hablábamos de un juego de Uwe Rosenberg en el que nos dedicábamos a plantar judías, ahora nos enfrentamos a otro dónde vamos a hornear pizzas. Este Uwe es un cachondo.
Mamma Mia! es un juego de cartas para dos a cinco jugadores, ligero y simpático, apto para cualquier edad, con reglas sencillas y partidas cortas (sobre media hora). La diminuta cajita de cartulina contiene un montón de cartas: de ingredientes (de cinco tipos distintos), de encargos (pizzas) y una carta de mamma mia que convertirá a quien la saque en el encargado de vaciar el horno (¡!). Las cartas son un pelín endebles y los dibujos algo sosos. En este aspecto me gusta mas Bohnanza.
En el juego somos unos pizzeros trabajando en el mismo restaurante. Cada pizzero ha recibido ocho encargos y ganará quien más de esas pizzas logre hornear. Los jugadores van robando cartas de ingredientes y de encargos (los ingredientes están en un mazo común, y los encargos en mazos individuales para cada jugador), y van sacando cartas al centro de la mesa (esta pila se llama el horno). Los ingredientes se irán soltando boca arriba, y los encargos boca abajo. ¿Y cual es el objeto de esto? Sencillo: la estrategia consiste en observar qué ingredientes se están horneando (aunque para eso hay que tener memoria, porque no vale rebuscar en el horno) y, cuando creamos (¡ilusos!) que ya hay suficientes ingredientes para cocinar esa pizza que tenemos en la mano, ponemos la carta de encargo (boca abajo) en el mismo horno. Así, todo el mundo ve las cartas de ingredientes que van al horno, pero nadie sabe qué encargos han puesto los demás jugadores.
Y es esto último lo que complica las cosas. Porque claro, yo puedo llevar la cuenta mental de los champiñones y los salamis que hay en el horno, y poner entonces (con una sonrisa optimista en la cara) ese encargo de pizza con salami y champis... pero, ¡ay! Resulta que otro jugador puso antes una pizza que se ha llevado mi codiciada loncha de salami, y cuando llega el momento de sacar las pizzas del horno me encuentro con que el fiambre necesario ha desaparecido. La sonrisa triunfal se convierte en una mueca contrita.
Sigamos con la mecánica: cuando ya se han terminado las cartas de ingredientes el horno está completo. El jugador que robó la carta especial mamma mia será el encargado de sacar las pizzas del horno. Para eso, coge las cartas del susodicho, les da la vuelta, y las va plantando en la mesa, boca arriba, en cinco montoncitos (uno para cada ingrediente). Cuando sale una carta de encargo se comprueba si los ingredientes necesarios para esa pizza están en la mesa. Si es así, el encargo y los ingredientes se retiran. De lo contrario, el encargo vuelve al mazo del jugador y los ingredientes permanecen. Y de este modo se siguen sacando cartas del horno hasta que se agoten (las cartas). Luego se barajan los ingredientes descartados y el juego vuelve a empezar. El proceso se repite tres veces, y tras esto, el jugador al que le queden menos encargos en su mazo de idems ha ganado.
El juego funciona muy bien como filler, aunque quizá no convenga abusar de él. Tiene un importante elemento caótico porque, cualquiera que sea tu estrategia, puede ser (y será) desmontada rápidamente por una pizza encargada por otro jugador. Además, influye mucho el azar (pues las cartas que robas afectan mucho al resultado). Por lo tanto, poca estrategia y mucha aleatoriedad. Divertido, sin duda, pero para jugar un ratito (mientras esperáis al repartidor de pizzas). En cualquier caso, una buena inversión teniendo en cuenta que es fácil encontrarlo por unos seis euros.
¡Buen provecho!
No hay comentarios:
Publicar un comentario