
El primer incidente espantoso durante nuestra amistad supuso la mayor impresión que jamás había experimentado hasta entonces, y me resulta muy difícil tenerlo que relatar. Como ya he anotado, sucedió mientras nos encontrábamos en la facultad de medicina, donde West había adquirido fama a causa de sus absurdas teorías sobre la naturaleza de la muerte y la posibilidad de vencerla con medios artificiales. Sus puntos de vista, que eran ampliamente ridiculizados por el profesorado y los compañeros de estudios, giraban en torno a la naturaleza esencialmente materialista de la vida, y a los procedimientos para influir en la maquinaria orgánica del ser humano mediante una calculada acción química que entraría en liza tras el fallo de los procesos naturales. Durante sus experimentos con varias criaturas vivientes había matado y ensayado con un número ingente de conejos, cobayas, gatos, perros y monos, llegando a convertirse en el personaje más molesto de la Facultad. En varias ocasiones había conseguido obtener signos de vida en animales supuestamente muertos –generalmente, violentos signos de vida-, pero pronto se dio cuenta de que la perfección de su método, de ser efectivamente posible, le requeriría sin género de dudas la dedicación de toda una vida a sus investigaciones. Del mismo modo, vio con total claridad que, puesto que una misma solución no actuaba de igual manera aplicada a distintas especies orgánicas, necesitaría ejemplares humanos para conseguir resultados futuros y progresos más especializados.
Tijeretazo de Herbert West, Reanimador
Relato incluido en Narrativa Completa, Vol. I
de H.P.Lovecrat
Editado por VALDEMAR GÓTICA
A la vuelta de la esquina:
- Soy Leyenda
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