Atentos a la premisa argumental: ciudadanos de París, escogidos al azar, son internados a la fuerza en un campo donde se les filmará del mismo modo que en Gran Hermano (el reality show, se entiende). Desde ese momento, a los desafortunados concursantes les aguardan las peores vejaciones, pues el programa Concentración funciona de forma muy parecida a un campo de exterminio. Quizá peor, si observamos que de este horror se ha hecho un espectáculo televisivo. Un espectáculo que alcanza las mayores cifras de audiencia de la historia de la televisión. Hambruna, trabajos forzados, palizas y ejecuciones son los ingredientes de Concentración. El espectáculo está servido.
Sin llegar a ser una novela excelente, Ácido Sulfúrico sí es efectiva (que no efectista) y muy entretenida. Su prosa es directa y deliberadamente fría. Amélie Nothomb mantiene cierta distancia con sus protagonistas, huyendo de la sensiblería y centrándose en la crítica que hace su relato. La autora arremete contra el éxito de los reality show con la contundencia de una bola de demolición, estrellando en nuestra cara la verdad de los hechos: los espectadores aseguramos aborrecer esos programas que siempre terminamos por ver. Pannonique, protagonista de Ácido Sulfúrico grita a las cámaras: “¡Espectadores, apaguen sus televisores! ¡Ustedes son los peores culpables! ¡Si no proporcionaran una audiencia tan alta a este monstruoso programa, hace tiempo que ya no existiría! ¡Los verdaderos kapos son ustedes! ¡Y cuando miran cómo morimos, los asesinos son sus ojos! ¡Son nuestra cárcel, son nuestro suplicio!”. Tras la arenga de Pannonique, la audiencia del programa se duplica.
Claro, los defensores de Gran Hermano, La Casa de tu Vida y semejantes bazofias televisivas sólo verán provocación y ataques a lo que tal vez ellos juzguen como mero entretenimiento. Por mi parte, yo estoy con Nothomb. Los reality me parecen execrables, y no comprendo a los que los critican fingiendo indignación, pero no se pierden una sola entrega. Estos espectáculos me repugnan tanto como los programas testimonio y los magazines del corazón. Verdadera telebasura que, con orgullo, desprecio desde la ignorancia, porque jamás invierto mi tiempo en ella.
De modo que, siquiera por empatía, he disfrutado con el mensaje de Ácido Sulfúrico. Sumemos a esto que la historia es entretenida y muy fácil de leer, y que no resulta, pese a lo que pudiera pensarse, desagradable y explícita. Nothomb usa su prosa para criticar, no para regodearse en el morbo y salpicar el escenario de sangre y vísceras como podrían haber hecho Chuck Palahniuk o Bret Easton Ellis. Eso hace la lectura más grata y, en cierto modo, más impactante, porque lo que queda al final es la crítica pura, sin aditivos.
Recomendable.
Sin llegar a ser una novela excelente, Ácido Sulfúrico sí es efectiva (que no efectista) y muy entretenida. Su prosa es directa y deliberadamente fría. Amélie Nothomb mantiene cierta distancia con sus protagonistas, huyendo de la sensiblería y centrándose en la crítica que hace su relato. La autora arremete contra el éxito de los reality show con la contundencia de una bola de demolición, estrellando en nuestra cara la verdad de los hechos: los espectadores aseguramos aborrecer esos programas que siempre terminamos por ver. Pannonique, protagonista de Ácido Sulfúrico grita a las cámaras: “¡Espectadores, apaguen sus televisores! ¡Ustedes son los peores culpables! ¡Si no proporcionaran una audiencia tan alta a este monstruoso programa, hace tiempo que ya no existiría! ¡Los verdaderos kapos son ustedes! ¡Y cuando miran cómo morimos, los asesinos son sus ojos! ¡Son nuestra cárcel, son nuestro suplicio!”. Tras la arenga de Pannonique, la audiencia del programa se duplica.
Claro, los defensores de Gran Hermano, La Casa de tu Vida y semejantes bazofias televisivas sólo verán provocación y ataques a lo que tal vez ellos juzguen como mero entretenimiento. Por mi parte, yo estoy con Nothomb. Los reality me parecen execrables, y no comprendo a los que los critican fingiendo indignación, pero no se pierden una sola entrega. Estos espectáculos me repugnan tanto como los programas testimonio y los magazines del corazón. Verdadera telebasura que, con orgullo, desprecio desde la ignorancia, porque jamás invierto mi tiempo en ella.
De modo que, siquiera por empatía, he disfrutado con el mensaje de Ácido Sulfúrico. Sumemos a esto que la historia es entretenida y muy fácil de leer, y que no resulta, pese a lo que pudiera pensarse, desagradable y explícita. Nothomb usa su prosa para criticar, no para regodearse en el morbo y salpicar el escenario de sangre y vísceras como podrían haber hecho Chuck Palahniuk o Bret Easton Ellis. Eso hace la lectura más grata y, en cierto modo, más impactante, porque lo que queda al final es la crítica pura, sin aditivos.
Recomendable.
Amélie Nothomb
2 comentarios:
mordorian:
debe estar genial, tendre que leermelo, no se quienes son los otros autores qeu mencionas, me suelo no quedar con los nombres, por que a mi me interesa el producto pero me encantaria que me recomendaras obras suyas.
Chuck Palahniuk es el autor de El Club de la Lucha y Fantasmas. ¿Recuerdas aquel relato que te conté del tipo que se masturba en el fondo de la piscina, poniendo el culo sobre el aspirador del filtro, y se le salen los intestinos? Pues es de este autor. Tengo tres novelas suyas en casa, avisa si quieres que te pase cualquiera de ellas.
Easton Ellis es el autor de American Psycho, Glamourama o Menos que Cero, que también puedo prestarte si tienes un estómago a prueba de bombas.
Y la de Nothomb te la paso cuando quieras. Es la novela más ligera de todas las que te menciono. El resto son desagradables en extremo, aunque eso es parte de su encanto.
Publicar un comentario