El caso es que ando a medias con su lectura, que me está resultando (casi) tan amena como la de su antecesor. Pero con todo lo amena que sea, se me hace pesada. Pero pesada de la hostia, oigan. En sentido literal. Y es que, si Pilares lo disfrute en una edición de bolsillo tan gorda que era casi cúbica (pero pese a ello ligera cual la virtud de mi prima la de Requena), este libro lo tengo en tapa dura. No hay más opciones, al menos de momento. Ya se asegurará la editorial, cuando las ventas bajen, de sacar la edición bosillera. Pero, de momento, esto es lo que hay, y debo decir que no recuerdo haber pasado nunca tal incomodidad leyendo. Tanto es así, que he relegado su lectura a los pocos ratos libres que tengo durante el día, dejando para la mesilla de noche libros de menor peso específico. Y es que sostener el tochazo del Follet sobre las costillas o sobre la tripita durante más de diez minutos es una garantía de angustia que no ayuda nada a relajarse tras la dura jornada.
El libro gordo te enseña. El libro gordo entretiene. Y yo te digo contento… ¡que el libro gordo me aplasta, coño!
6 comentarios:
Hay una opción para leer libros tochos en la cama sin morir en el intento: Te pones bocabajo, decúbito prono para los más pijos, y en el incómodo hueco que se forma bajo los brazos, insertas la almohada y te relajas.
Pero es cierto, para los amantes de la lectura pre-sueño es una jodienda las ediciones pesadas. No digamos para el bolsillo.
P.
A veces los editores se ciegan, y no se dan cuenta de que los libros, además de vendibles, tienen que ser legibles. Lo mismo te cascan en edición de lujo un best seller playero (el caso que nos cuentas) o te hacen una edición frágil, en cartulina de álbum de colegio y papel de mírame y no toques para libros de cocina que van a tener bastante mala vida, por ejemplo. Yo trabajo en una editorial de cómics. Vendimos los derechos de uno de los de nuestro catálogo (editado aquí e n seis potentes tochos) a Francia. ¡Y ellos lo han editado en un solo libro! Les ha quedado imponente, pero como se te caiga en el pie, adiós a tu carrera deportiva...
Pili: vaya, he probado tu fórmula del cúbito este, y no me resulta nada cómodo. Además, menudo rollo tener que renunciar a la postura que a uno le gusta para adaptarse a la fisonomía de un libro. (Aún estamos hablando de lectura, ¿eh?).
Mar: Gracias por tu comentario y enhorabuena por http://baixagastronomia.blogspot.com/ . Del todo de acuerdo contigo. A veces he tenido la tentación de comprarme ediciones de lujo de cómics (como Watchmen o V de Vendetta, Moore me pierde), pero a pesar de ser preciosas me parecen tan difíciles de manipular que acabo renunciando. Y eso sin hablar del precio de esas ediciones. ¿Cual es la solución? ¿Sacar libracos como Un Mundo Sin Fin directamente en bolsillo? Bueno, yo voto por un tamaño intermedio, con tapa dura y papel delgado. Acepto sacrificar parte de la calidad del material a cambio de comodidad. Como dices, con los libros de cocina pasa otro tanto. Yo soy un patán que siempre acaba tirándoles encima todas las salsas, y se agradece mucho cuando son de buen material.
Por las razones que comentas de la incomodidad, aparte de por una concepción mía del "respeto" por los libros, nunca he podido ir al WC con un libro. Desde hace unos añitos lo que leo casi siempre en esos casos es El Jueves, sin duda y como dicen muchos la revista para hacer de vientre por antonomasia.
Después del comentario escatológico-publicitario, la verdad es que estoy de acuerdo en que una edición intermedia, presentable pero a la vez comoda, sería lo ideal. Eso con la música no pasa, al menos en mi caso: el formato mp3 para oírla sin rayar disco, y el formato físico original para tenerlo en la estantería.
Amigo Enetemec, el asunto de la literatura de excusado merece un post en si mismo. Claro que este es un asunto muy propio de varones, pues rara vez nuestras amadas entienden esta curiosa (y en cierto modo repugnante) facilidad nuestra para sentarnos durante media hora en la taza leyendo al tiempo que aliviamos las tripas.
En cualquier caso, para mí cualquier obra es válida para tales menesteres. De hecho, en cierto modo, la literatura playera (cómo bien la ha llamado Mar) me resulta curiosamente adecuada.
Me pregunto qué opinaría Ken Follet de esta última afirmación.
Hola.
Todo el mundo sabe que los libros de tapa dura los editan los amigos de fabricantes de atriles y de traumatólogos/osteópatas/masajistas.
(El que se haya imaginado a sí mismo leyendo Los pilares de la tierra en un atril sentado en el WC, que levante la mano y sufra vergüenza eterna)
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